Vale, el título de esta receta se merece una explicación; pero como se tarda muy poco en prepararla, tenemos ocasión de entretenernos un poco en averiguar qué demonios es lo que vamos a cocinar… jejeje. Empezaremos por explicar lo que es el Edamame. El edamame es el nombre que le dan los japoneses (corregidme por favor si me equivoco de país) a la vaina de la soja entera. Con ella hacen ensaladas, cremas y otro tipo de preparaciones, pero es muy habitual que lo tomen como aperitivo preparándolo de una forma muy similar a ésta que vamos a preparar nosotros. Ahora viene la otra parte del título: “nuestro”, porque vamos a pasar de volvernos locos buscando una tienda en la que podamos conseguir vainas de soja fresca y nos centraremos en hacer la versión española de este plato con un producto nacional de temporada mucho más fácil de encontrar: las habas frescas.
Sí, ya sé que el nombre de haba no es tan sugerente como el de edamame, pero os aseguro que el resultado es igual o incluso más rico que el famoso aperitivo asiático. Os animo a probarlo, comparar y opinar abajo en los comentarios, que para eso os dejo huecoabajo para escribir 😉 .
Las habas frescas están ahora aún de temporada y son relativamente fáciles de encontrar en el mercado. En esta ocasión yo he comprado un puñadito de unos 250 gramos (lo que es, literalmente, lo que le cabía en la mano al frutero), de los cuales usaremos 110 gr para este plato y 140 gr para mañana. Pero ya me estoy adelantando otra vez, os listo los ingredientes como es debido (aunque hoy terminaré pronto):
- 110 gr de habas frescas enteras
- Aceite de oliva virgen extra (cantidad suficiente para freir)
- Sal (normal y en escamas)
Lo primero que haremos con nuestras habas es lavarlas muy bien con agua, frotando con los dedos la superficie que, como es algo más rugosa que la de una judía verde, tiene riesgo de guardar más polvo o suciedad. Una vez limpias, las secamos también muy bien con ayuda de papel de cocina pues, por esta misma porosidad, tienen riesgo de retener bastante humedad que nos estropearía el acabado. Una vez secas, con ayuda de un cuchillo cortamos los extremos superior e inferior de cada vaina.
Buscamos ahora una sartén en la que nos quepan las habas así, enteras y sin los extremos. Le ponemos una capa de aceite de oliva hasta alcanzar 1 cm de profundidad y la ponemos a calentar, al 70% de potencia. Cuando veamos que empieza a humear, apartamos la sartén del fuego, introducimos las vainas en el aceite, y la volvemos a poner donde sobre el fuego, bajándolo ahora al 60% de potencia. Las tendremos aproximadamente un minuto y medio por cada lado, o hasta que veamos que empiezan a dorarse y reblandecerse ligeramente. Cuando ya tengan este punto por ambos lados, las sacamos de la sartén y las ponemos en un plato con papel de cocina para que absorba el aceite sobrante. Les añadimos un poco de sal normal, las emplatamos antes de que se enfríen, y les añadimos por último algo de sal en escamas, que le dará un toque crujiente al plato. Y ¡a disfrutar!
Nota: Con todo el lío del título no me ha dado tiempo a contaros cómo conocí yo este plato. Pues bien, este plato me lo descubrió mi padre y a él a su vez se lo descubrió el propio tendero del mercado que le recomendó comprar habas. Al “tendero anónimo” ya se le habrá olvidado aquel día y no tendrá ni idea de la repercusión que su consejo ha tenido, pero seguro que mi padre sí que se acuerda de ese esto; así que le dedico esta receta a él, con un fuerte abrazo de acompañamiento. Gracias papá!
¡En serio!? No sabía que las habas podían aprovecharse enteras!!! Esto lo tengo que probar con las que tengo en el frigo. Gracias por compartir tu sabiduría.
Gracias a ti por seguirme! Espero que te gusten. Tienen un punto astringente (rugoso en la lengua) que a mi me encanta!
Pues efectivamente ayer las probamos y nos parecieron buenísimas. ¡Superidea para una tapita!